viernes, 8 de mayo de 2009
El paraíso
Pasear por esas calles constituía un placer indomable. La exaltación a cada detalle, los sentidos, sus sentidos humanos, tan disminuidos, se expandían en todo su ser. Apreciaba la fiesta de la primavera, e inventaba, junto a las flores exultantes de color, amores imposibles, historias que tiraban desde dentro de su estómago, y la incitaban a tumbarse allí, en medio de esas calles de arena, con el calor del sol y su luz sobre toda ella. Estremecerse, revolcarse con su amante imaginario, reír, reír. Que el mundo era una maravilla. Que había que rendirle culto al sol, a las hojitas verdes que brotaban por allá, a los minúsculos granitos de arena que se le incrustaban en los pies, bajo las sandalias, y a la hormiguita que encontró al desabrocharse una sandalia para sacudirse el pie, viva entre los dedos de sus pies, haciéndole cosquillas, haciéndola reír.
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1 comentario:
Algunas hormigas muerden >_<
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